Mentiras negras en la
marea blanca; repudiables hipocresías blancas, en oscuras miserias.
Todas las
palabras del mundo se estrellan burdamente en su incomprendido arcano y van a
morir en su oquedad laberíntica, del tiempo de los tiempos. Duelen las
estocadas de las puntas de lanzas vilmente fraguadas, cuando desgarran la piel
de la memoria y atraviesan, arteras, mi conciencia.
El pantano
del mal hierve de infelices criaturas; ellas se yerguen unos metros por encima
de las miserias y creen estar a salvo; sin embargo, abajo están sus raíces, las
que ignoran, las que desprecian y son de su misma raza. Abajo siguen siendo uno
con el vituperado; junto a éste, sus raíces están ancladas en el barro podrido
del que emergieron a la vida. Nadie estará limpio mientras haya multitudes
feneciendo en el miasma de toda suerte de iniquidades. Desde las
profundidades soslayadas en la necia indiferencia, nacen sus mentiras negras,
sus maldades blancas, y de ellas se nutren sus vidas vacías, sus cuerpos
profanos, sus mentes retorcidas. Ni siquiera pueden ver, porque sus ojos son
ciegos, la maravilla del cielo que los cobija, ni la flor humilde que se asoma
a los caminos para agradarle los sentidos. Sienten que están vivos porque
respiran, pero vivir es otra cosa.
El alma:
¿Dónde está el alma de estas absurdas y maléficas caricaturas? ¿Enraizada en las
preciosas vidas humanas, a las que envenenan? ¡Sepulta bajo capas de concreto,
donde ha sido confinada para que no se escuchen sus gritos!
La vida física
ha sido dada para experimentar el alma y viceversa; nuestra mente puede
alcanzar a vislumbrar códigos celestes y nuestra alma templarnos en sucesos
cotidianos. La idea sería poder sentir la fuerza emocional de las vivencias,
conocer los límites y ahondar en nosotros mismos, que somos misterio; mas no es
vida, ni fluir, quedarnos en la experiencia misma. Al ser arrastrados por la
densidad engañosa de la experiencia, caemos en el sueño hipnótico de quien no
vive más que a través de las sombras o fantasmas de su psiquis. Hasta no
aprender a ser uno con la Unidad Cósmica, la separatividad creada por la mente
que desoye al alma, nos arrastrará al pantano emocional, nos ceñirá el cuello
hasta asfixiarnos, nos volverá avaros, miopes, perversos o simplemente humanos
deshumanizados.
Hoy cruzó mi
jardín interior llamado cielo, la certeza dolorosa acerca de la inmensa soledad
humana de aquellos grandes que, luchando por concientizar al mundo, se han
visto rodeados de muchos y por muy pocos comprendidos.
Rescatando
unos puñados de seres en cada sitio del mundo, el hombre se torna cada vez más
vil, impiadoso, hipócrita; va dormido, se corrompe, vende hasta a su madre.
Mata, roba, viola, negocia la salud, la vida, la muerte, el sexo; genera
guerras por poder, por agua, petróleo, territorios; trafica armas, órganos y
sexualidad; explota absurdamente las entrañas de la tierra, la envenena, tala
sus árboles, somete a los animales sin un gramo de consideración, ni
pensamiento de retribución por el servicio que recibe. Los abusos no tienen
límite.
El mundo es
un horror y un asco. Incluso la espiritualidad es usada como medio de poder.
Entonces:
¿Todo está perdido? No. La mano piadosa que es Unidad, totalidad y es Universo,
regresará los boomerang de la causa y el efecto. Sugiero que seamos más los que
sumemos buena causa y a los que hacen mal, dejémoslos expuestos. Evitemos ser
pancistas, arribistas, oportunistas, mediocres, cómplices…
Un hombre con
ropaje raído, sus pies descalzos, su cuerpo sumido y el estómago vacío (éstos
abundan) no está perdido por ello, lo está por su falta de entereza, de
educación y de la clara idea de que los derechos deben ser igualitarios y por
ende, a él le corresponde su parte si es que la exige como ley y no por caridad
malintencionada.
Es verdad que
la historia cuenta con muchísimas experiencias de muertes por poder, por
silenciar verdades, etc.; ¿hace falta que aporte datos?, creo que no. Desde
cada ángulo del poder y desde todos los poderes, ha habido muertes que a todos
nos competen desde lo antropológico si se quiere, hasta la observación
contemporánea. Obviamente que esto siempre sucedió a nivel mundial, pues se
pretendió acallar en pos de intereses manipuladores y maquiavélicos, a todo
aquel que, alcanzando entendimiento cierto y una notable expansión de su conciencia,
pretendió dar al mundo de sí mismo, abriéndole los ojos a sus oprimidos y
abusados hermanos en raza.
Hoy por hoy,
todo el mundo parece levantarse en quejas, denostando los poderes y sus leyes,
pero entiendo que no dicen nada y si lo hacen, no es de la forma apropiada. Desde
abajo, a los equivocados solo les vemos los pies; subamos a la plataforma donde
están ellos y miremos sus ojos con respeto y con educación, pero sin miedo.
Nuestra identidad nacional no es salir a gritar: ¡Argentina!, ¡Argentina!,
¡Argentina!, sino más bien tratar de ser mejores cada día y de sumar a las
huestes, mayor cantidad de seres despiertos y evolucionados, para derrotar
pacífica pero inexorablemente, a los perversos que se abusan de nuestra
ignorancia, de nuestra dignidad pisoteada, de nuestra falta de visión clara y
futurista. No podemos hablar de culturización, dejando afuera la palabra más
valiosa para crecer, que es educación. La educación no se adquiere o se tiene
asegurada solamente yendo a escuelas, facultades o tomando estudios privados;
todo eso es maravilloso, pero lo más importante es la resurrección de los
valores que han pisoteado; por otro lado, si no aprendemos a oír y a pensar,
seguiremos siendo discapacitados con títulos. Cubriremos las apariencias, pero
ello no hará del hombre un ser de provecho y orgullo para la sociedad. Para
muchos, la discapacidad tiene que ver en la mayoría de los casos con cuestiones
físicas; para mí, es relativa también a cuestiones de honra y de moral, y esas
son las discapacidades más peligrosas, pues tienen su raigambre incluso, en los
más altos estratos del poder y de la sociedad.
Me duele la
ceguera de la gente y también me apena saber a tantas almas prisioneras de las
mentes retrógradas y perversas de los seres que las llevan.
Hoy he
llorado por el hombre y me incluyo; cuesta mantener el equilibrio cuando el mal
zamarrea al mundo y el día se hace noche sobre todo el bien que, obrando a
destajo, muchos intentamos aportar.
No creo que
denostar o vilipendiar a una figura o autoridad, que en definitiva nosotros
mismos proclamamos, sea de utilidad al cambio, ni sea el camino en un ser
evolucionado, despierto y alerta; la solución está en aprender a pensar, en ser
menos sobornables, más íntegros y por sobre todas las cosas, exigir sin miedo
la llave de la libertad, que se obtiene a través de la educación (no la educación
que se imparte actualmente, sino la que debiera ser).
Una educación
politizada, carente de valores éticos, vacía de pasión por el conocimiento y la
divulgación de ellos, no puede ser llamada como tal, sino que son meramente
etapas donde sistemática y execrablemente se somete a un pueblo en la
ignorancia, para dominarlos. Muchos que viven estas experiencias logran pensar,
inspeccionan los contenidos y razonan como se debiera, pero a causa de ser solo
puñados que nos quieren alertar de nuestros derechos, humanos, universales y
terrestres, pasan a ser considerados revoltosos e insurgentes, y los demás los
apedreamos para que cierren la boca. Si todos pudiésemos usar nuestra razón
debidamente, ellos, los que alzan la voz por todos nosotros, no deberían
hacerlo a costa de su trayectoria, hablaríamos todos.
Cada uno
tendrá el sayo a su medida, a eso nadie escapa; inexorablemente un día, hasta
el más poderoso de los corruptos, deberá hincarse ante la Totalidad y devolver
su energía.
Todo ser vivo
o animado merece mi respeto; toda norma creada para mejorar nuestro
desenvolvimiento en sociedad, también; toda figura o investidura que ayude a
fundamentar su credibilidad para ir al frente de un pueblo, igual; solo que
hasta ahora, toda ley antojadiza, arbitraria, tendenciosa y manipuladora, no me
va, aunque la deba sufrir y soportar.
Aquellos
seres que han llegado al poder y nos avergüenzan, se burlan del pueblo y son
incapaces de mejorar, se hacen acreedores de mi estoica paciencia. Considero
que he recibido la mejor educación que un humano pueda ostentar, aquella que se
da en el hogar, esta mini sociedad de afectos que con tanta displicencia se ha
intentado desmembrar. Sin el genuino apoyo del vínculo familiar consolidado, aislando
a las personas de sus verdaderos afectos y de su raigambre de origen, y alineándolos
en la era virtual y cibernética, con una formación escolar mediocre, con
valores espirituales desvirtuados desde la misma cumbre representativa hasta
sus raíces, el individuo es proclive a ser usado con fines de poder y nada más.
Para finalizar,
nada me parece más apropiado que la sabia frase de un grande, José Larralde:
“Lo dicho con la boca, hay que aguantarlo con el cuero.”
“¡Alea Jacta
Est!” (La suerte está echada)
María Inés